La enfermedad, en sí, no representa sólo una alteración física, sino incluso psicológica, determinada por las condiciones sociales a las que nos sometemos diariamente, por lo que debe existir un equilibrio entre ambos para gozar de una buena salud.
¿Cómo podemos conseguir bienestar pleno, si por ejemplo, el agua que sale de nuestras tuberías no está limpia? ¿o si los servicios médicos comunitarios no vienen de profesionales formados adecuadamente? ¿o si la educación básica que recibimos es deficiente? Cada uno de estos factores influye tarde o temprano en nuestra salud, por lo que es importante asegurarnos de que cada uno esté en su estado más óptimo, y si no, buscar maneras de cambiarlo para enriquecernos de forma tanto individual como colectiva.
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